Aumenta el
número de profesionales de todo tipo que se ofrecen para trabajar "en
negro" y la competencia desleal que suponen para las empresas
Carteles. Fachadas, farolas y lunas de
coches se están llenando de carteles de peluqueros, masajistas, fontaneros o
jardineros que se ofrecen para trabajar de tú a tú, sin facturas ni impuestos
de por medio y con precios que hacen mucho daño a las empresas legales.
"¡Oferta!
Cortar + secar, 12 euros. Corte de caballero, 7 euros. Mechas, 22 euros".
Un llamativo cartel de color rosa atrae la mirada a pie de calle, en pleno
centro de Elche. A continuación de la lista de precios se puede leer un
teléfono móvil. Es el de Desi, una madre soltera de 27 años cuyos únicos
ingresos son 210 euros de ayuda por desempleo que se le agotan cuando paga el
alquiler. Para todo lo demás, intenta sacar unos euros peinando a domicilio. Ni
tique, ni IVA, ni contribución a la Seguridad Social, ni IRPF... "¿Y qué
hago? Yo estoy deseando encontrar un trabajo normal, pero no hay. Si no fuera
esto, lo siguiente ya es robar", se lamenta doce años después de un tiempo
sin trabajo, tras poner un negocio que no cuajó.
Roberto, sin
embargo, tiene su peluquería en una pedanía ilicitana en la que ya ha oído de
tres vecinas que han convertido en salones de belleza los salones de su casa. Y
claro, a él -que prefiere dar un nombre ficticio- hay clientes que se le van,
porque por muy barato que trabaje (10 euros por un corte de caballero), sabe
que por ahí lo están cobrando a cuatro o cinco, un precio al que él no puede
bajar porque tiene que pagar todos los meses 500 euros de letra del local, 250
de autónomo y 300 de la Seguridad Social de su empleado, al que ya ha tenido
que pasar de jornada completa a parcial y al que teme que tendrá que despedir.
"Es competencia desleal totalmente, si yo no pagara lo que me corresponde
también puedo rebajar el precio, pero llevando la empresa legalmente no".
Cada vez se ven más carteles en las fachadas, en los buzones y los retrovisores de los coches. Más anuncios de albañiles, persianeros, carpinteros, masajistas... que prometen precios asequibles y se promocionan sin tener el respaldo de una empresa detrás. Cada vez es más evidente el choque que se produce entre profesionales que intentan sobrevivir ofreciendo lo que saben hacer "en negro" y pequeños empresarios que intentan mantenerse a flote cumpliendo con sus obligaciones fiscales. Es la pescadilla que se muerde la cola: Parados sin ingresos que tienen que buscar cualquier forma de ganarse la vida, que con su trabajo perjudican a las pequeñas empresas locales, que a su vez se ven abocadas a despedir a empleados o a echar el cierre... Y de nuevo al principio.
Cada vez se ven más carteles en las fachadas, en los buzones y los retrovisores de los coches. Más anuncios de albañiles, persianeros, carpinteros, masajistas... que prometen precios asequibles y se promocionan sin tener el respaldo de una empresa detrás. Cada vez es más evidente el choque que se produce entre profesionales que intentan sobrevivir ofreciendo lo que saben hacer "en negro" y pequeños empresarios que intentan mantenerse a flote cumpliendo con sus obligaciones fiscales. Es la pescadilla que se muerde la cola: Parados sin ingresos que tienen que buscar cualquier forma de ganarse la vida, que con su trabajo perjudican a las pequeñas empresas locales, que a su vez se ven abocadas a despedir a empleados o a echar el cierre... Y de nuevo al principio.
Autónomo
José es fontanero. "Fontanería en general, Presupuestos sin compromiso", dice su cartel. Él es autónomo, pero el asunto no le es ajeno: "Aunque no es mi caso sí que he tenido gente trabajando conmigo que he tenido que despedir y ahora sé que si les sale algo lo hacen en negro, porque la gente tendrá que comer ¿no? Yo creo que si tienes clientes que confían en ti, por un presupuesto 30 euros más barato no se cambian".
"Nos las tenemos que ingeniar", dice el que contesta al teléfono de contacto de un cartel de quiromasajistas. "Cada uno hace lo que puede, parece que desde que tenemos los carteles sí que llama más gente", dice, aunque en el resto de los casos casi todas las personas con las que ha hablado este diario dicen que apenas reciben alguna llamada asilada a la semana. José -jardinero- comenta en el mismo sentido que "esto es buscarse la vida: Yo sé de jardinería porque trabajé ocho años y ahora voy buscando chalés para ofrecerme. No estoy dado de alta, entiendo que lo puedo hacer más barato y comprendo las quejas porque yo antes cobraba diez euros la hora y ahora he pensado en pedir ocho".
Pero esto de la competencia es, cada vez más, una jungla. Y entre la juventud el desánimo está calando y la perspectiva de encontrar un trabajo relacionado con la vocación o con la preparación académica es mínima. Ana tiene 23 años, estudia Magisterio y se diplomará en junio. "A estas oposiciones no me puedo presentar y no volverán a convocar hasta dentro de dos años como mínimo, por eso tengo que buscarme la vida como pueda". Se ofrece para dar clases o cuidar niños en sus casas: "El título no lo tendré hasta junio, por eso no puedo hacer otra cosa", más allá de echar currículos en cafeterías y escuelas infantiles. Preguntada sobre si le importa trabajar en negro lo tiene claro: "En absoluto, trabajaré como sea ¿qué hago si no los próximos dos años?"
Adriana ha repartido carteles en los que se presta a "limpiar casas, oficinas, escaleras; por horas o por días; también cuido de personas mayores o niños". Su situación, dice, es "muy mala". Tiene dos hijas, dejó de trabajar para cuidar a la pequeña, que tiene tres años, y ahora se ofrece para lo que salga. Pero no sale nada. En marzo se le terminó la ayuda familiar de los 426 euros y ya no tiene ningún ingreso: "Ya sé que la gente dice que trabajamos sin pagar impuestos, pero no hay trabajo y no sé qué hacer".
José es fontanero. "Fontanería en general, Presupuestos sin compromiso", dice su cartel. Él es autónomo, pero el asunto no le es ajeno: "Aunque no es mi caso sí que he tenido gente trabajando conmigo que he tenido que despedir y ahora sé que si les sale algo lo hacen en negro, porque la gente tendrá que comer ¿no? Yo creo que si tienes clientes que confían en ti, por un presupuesto 30 euros más barato no se cambian".
"Nos las tenemos que ingeniar", dice el que contesta al teléfono de contacto de un cartel de quiromasajistas. "Cada uno hace lo que puede, parece que desde que tenemos los carteles sí que llama más gente", dice, aunque en el resto de los casos casi todas las personas con las que ha hablado este diario dicen que apenas reciben alguna llamada asilada a la semana. José -jardinero- comenta en el mismo sentido que "esto es buscarse la vida: Yo sé de jardinería porque trabajé ocho años y ahora voy buscando chalés para ofrecerme. No estoy dado de alta, entiendo que lo puedo hacer más barato y comprendo las quejas porque yo antes cobraba diez euros la hora y ahora he pensado en pedir ocho".
Pero esto de la competencia es, cada vez más, una jungla. Y entre la juventud el desánimo está calando y la perspectiva de encontrar un trabajo relacionado con la vocación o con la preparación académica es mínima. Ana tiene 23 años, estudia Magisterio y se diplomará en junio. "A estas oposiciones no me puedo presentar y no volverán a convocar hasta dentro de dos años como mínimo, por eso tengo que buscarme la vida como pueda". Se ofrece para dar clases o cuidar niños en sus casas: "El título no lo tendré hasta junio, por eso no puedo hacer otra cosa", más allá de echar currículos en cafeterías y escuelas infantiles. Preguntada sobre si le importa trabajar en negro lo tiene claro: "En absoluto, trabajaré como sea ¿qué hago si no los próximos dos años?"
Adriana ha repartido carteles en los que se presta a "limpiar casas, oficinas, escaleras; por horas o por días; también cuido de personas mayores o niños". Su situación, dice, es "muy mala". Tiene dos hijas, dejó de trabajar para cuidar a la pequeña, que tiene tres años, y ahora se ofrece para lo que salga. Pero no sale nada. En marzo se le terminó la ayuda familiar de los 426 euros y ya no tiene ningún ingreso: "Ya sé que la gente dice que trabajamos sin pagar impuestos, pero no hay trabajo y no sé qué hacer".
Cara A y B
Estas son
solo algunas historias particulares que reflejan una cara de la moneda. La cara
B (o "en B") es la de aquellos que se ven desesperados por ganar algo
para llevar a casa, sea como sea. La cara A ("en A") es la de los
pequeños comerciantes, empresarios o trabajadores que contribuyen con su
actividad a remontar la crisis y mantener los servicios públicos, las
pensiones, la prestación por desempleo...
Y como nada
es del todo blanco ni del todo negro, hay colectivos, sindicatos y partidos
políticos que deslizan la reflexión de que también hay quien aprovecha la
coyuntura y se mueve como pez en el agua en la economía sumergida sin que le
empuje a ello la necesidad, sino simplemente por la tentación de ampliar
beneficios.
Comprar en
empresas legales sostiene el paro o la pensión
El presidente
de la Asociación de Empresas de Servicios de Elche y Comarca (Aesec), José
Rizo, cuenta que "nos ha llegado a pasar que hemos seleccionado a un
contable para media jornada en un despacho de abogados y lo ha rechazado si le
dábamos de alta porque para cobrar casi 700 euros perdía los 426 de la ayuda, y
si después le despedíamos tardaba varios meses en volver a cobrarlos".
Rizo dice que "lo entendemos, es lógico que hay que pensar en lo mejor
para la familia, por eso le estamos pidiendo a la Generalitat que permita que
los contratados por media jornada no pierdan toda la ayuda familiar y si
después vuelven a quedar parados que la recuperen inmediatamente". Aesec
plantea la necesidad de "buscar fórmulas para aflorar esa economía
sumergida, nosotros pensamos crear un sello de calidad que identifique a las
empresas que cumplan con sus impuestos y sus obligaciones, para que la gente
sepa que al comprar en ellas contribuye a sostener el subsidio por desempleo o
las pensiones que cobren sus padres, porque la mejor solidaridad por parte de
los ciudadanos es comprar en comercios legales. Mueren 2.000 personas en
Bangladesh fabricando pantalones que nos ponemos y dormimos por las noches,
¿dónde queremos llegar? Nosotros somos los principales perjudicados por la
economía sumergida, hay que pensar en la manera de legalizarla".
Reclaman más
vigilancia e inspecciones de trabajo
El concejal
de Empresa y Empleo de Elche, Luis Ángel Mateo, defiende "la postura de
las patronales de que todas las empresas deben de cumplir las mismas reglas del
juego", y se preguntó qué pasaría si todas optaran por el camino de la
ilegalidad. Señaló que "la administración central debería valorar por qué
está sucediendo esto y reconducir la situación quizás creando un escenario más
favorable para la legalidad". Abogó por que se hagan más inspecciones de
trabajo y animó a los sindicatos a adoptar una postura "proactiva"
denunciando estos casos en los que particulares trabajan sin estar dados de
alta: "Deben ocuparse de que las empresas cumplan sus obligaciones en
materia laboral y también fiscal". Sin olvidar, dijo, "la sensibilidad
de que, aunque hay gente aprovechando la situación cuando podría mantenerse en
la legalidad, también la hay en situaciones muy extremas".
Martín Carpena, secretario general de la Unión Intercomarcal de CC OO, consideró que la economía sumergida entra en competencia desleal con quienes cumplen sus obligaciones y que "entendiendo la necesidad que sufren quienes tienen que buscarse la vida, las autoridades competentes tendrían que controlar estos anuncios. Todo esto tiene que ver con un estado de desesperación que aparece cuando el 50% de los desempleados no tiene prestaciones ni ayudas y queda desamparado, pero si esta economía sumergida se consolida y el Estado no ingresa, el estado de bienestar no se soporta".
Martín Carpena, secretario general de la Unión Intercomarcal de CC OO, consideró que la economía sumergida entra en competencia desleal con quienes cumplen sus obligaciones y que "entendiendo la necesidad que sufren quienes tienen que buscarse la vida, las autoridades competentes tendrían que controlar estos anuncios. Todo esto tiene que ver con un estado de desesperación que aparece cuando el 50% de los desempleados no tiene prestaciones ni ayudas y queda desamparado, pero si esta economía sumergida se consolida y el Estado no ingresa, el estado de bienestar no se soporta".
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